Manifestación de la diversidad, de la comunión, de la alegría de ser parte de un gran todo y de la responsabilidad de ser en plenitud.
Con el slogan “El árbol de los mandalas florece en Primavera”, comenzamos un abrirnos a la vida a través del movimiento, con una danza alusiva al tema, como no podía ser de otra manera.
Bien despiertas y en plena forma para acometer la tarea nos damos un tiempo de interiorización. Para sentir cómo están en este momento las relaciones con nosotras mismas, con los demás, con la naturaleza, con Dios. Un tiempo denso y profundo que ponemos en común a través de un pequeño mandala personal. Nuestro árbol empezaba a tomar forma, a dejar ver algunos frutos.
No nos quieres ni encerradas, ni sonámbulas, ni dormidas.
Nos llamas a ser mujeres libres y compasivas,
abriendo nuestro corazón, nuestros ojos, nuestras manos,
para que tu proyecto se haga realidad en toda la creación.
Terminado este primer momento iniciamos nuestra tarea común : cuidar nuestro árbol
|
1. Hundiendo las raíces para afianzar la fuerza de su vida
- Nos sumergimos en nuestras raíces y descubrimos que unas son profundas y rectas otras más superficiales o más extendidas ocupando un gran espacio, las hay muy gruesas, muy fuertes y también muy débiles, muy frágiles.
- Todas tomamos conciencia de que nuestras raíces se entrelazan con otras y llegan a formar grandes redes mucho más resistentes.
- Unas veces profundizan el espacio interior en busca del agua, de la fuerza y otras se expanden hacia espacios abiertos.
- El agua que necesitan nuestras raíces proviene de la energía que nos viene de Dios, de su Palabra. Y en lo cotidiano, de la belleza y armonía de la naturaleza, de la fuerza de la fraternidad, del contacto y el testimonio de la gente más sencilla que nos anima en nuestro caminar.
Yempezamos la construcción del mandala de arena con un sentido grande de tarea común, la riqueza de los colores nos llena de energía y creatividad.
2. Sintiendo nuestra tierra con sus riquezas y sus desgarros
Nos tomamos el tiempo de sentir materialmente la tierra, de cogerla en nuestras manos, de amasarla, de escuchar su grito a través de nuestros sentidos y compartimos :
- Sentimos la tierra con diferente intensidad, de forma natural viviendo inmersas en ella. Unas veces como tierra blanda y generosa donde la semilla puede germinar otras como tierra dura, impermeable y por tanto árida e infecunda.
- Sentimos la tierra enferma por la sobreexplotación, el reparto injusto, los pesticidas, las guerras.
- Sus riquezas y sus desgarros nos impulsan a contemplar lo positivo tanto de la creación. como de las personas que nos rodean en nuestro día a día a compartir nuestras experiencias.
3. Dejando que la savia fluya, que el tronco crezca para que su sombra aumente más y más.
- Dejar que la savia fluya supone : Cuidar toda la creación, la belleza de la creación, como una responsabilidad que nos afecta a todas.
- Es tener respeto por todas las criaturas y por el entorno en el que vivimos.
- Es cuidar a la gente, preocuparse por todos, por cada uno con una mirada de ternura y de amor, especialmente por quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón.
- Cuidar quiere decir entonces poner atención a nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas : las que construyen y las que destruyen.
"Los ríos no beben su propia agua ; los árboles no comen sus propios frutos. El sol no brilla para sí mismo ; y las flores no esparcen su fragancia para sí mismas. Vivir para los otros es una regla de la naturaleza… la vida es buena cuando tú estás feliz ; pero es mucho mejor cuando los otros son felices por causa tuya" Papa Francisco |