¿Quién encontrará hoy a Dios trabajando y defendiendo la vida, la creación, y capaz de reconocerlo a Él ?

Merecen una gratitud especial

El Carmelo es una comunidad rural de la parroquia Guadalupe, Zamora-Chinchipe, Ecuador. El 90% de su población es Saraguro. Viven del campo, del cultivo y de la ganadería.

Es un lugar bendecido por Dios. Allí, una se siente abrigada por el esplendor de la vegetación, el arrullo de los pájaros, el colorido que incluye todas las tonalidades de verde.

La comunidad se extiende a lo largo de una larga pendiente que sube una montaña, horadada por quebradas de agua pura. La sensación de estar en un medio primigenio e intocado trasmite paz.

Algunas familias viven de forma permanente comunidad arriba, y muestra de ello es la escuelita primaria que allí funciona. No obstante, la mayor parte de la comunidad vive en Piuntza, pequeña población en la base de la montaña, y sube cada día a trabajar a las fincas.

De un día para otro, la comunidad se entera que toda la montaña está concesionada a una trasnacional minera australiana para hacer minería a gran escala. Y de repente, es como si se entablara un partido de fútbol en un campo en pendiente, donde la empresa juega arriba y la comunidad abajo. Sin consulta previa ni información alguna, la lucha desigual está entablada.

Siendo bien conscientes de la riqueza de lo que poseen y de lo mucho que tienen por perder (el agua), la comunidad comienza a reunirse, a dar a conocer la situación y buscar aliados. Otras comunidades aledañas se les unen, sabedoras de que todas están afectadas, pues las concesiones mineras cubren el 48% de toda la provincia de Zamora-Chinchipe. Su proceso de lucha nos trae a la memoria las palabras del Papa Francisco en la Laudato Si n°13 : “Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo”.

En este tiempo de navidad, no puedo dejar de pensar en quienes serían hoy los distintos personajes de entonces. Los pastores del evangelio eran gentes sencillas que hacían su trabajo, no precisamente cargado de prestigio, pero imprescindible. Soportaban duras condiciones de vida. Ante los ojos de los poderosos, carentes de valor. Y son precisamente ellos los elegidos por Dios para ser los primeros en conocer que Jesús había llegado al mundo para trastocar todo el sistema de valores de los poderosos. Porque los grandes a los ojos de Dios son quienes sustentan y cuidan lo frágil, quienes invierten la vida en la defensa de lo común, quienes no se sienten importantes sino capaces de reconocer en todo ser humano a un hermano, una hermana, y a Dios en toda la creación. Los pastores, de los últimos pasaron a ser los primeros.

La comunidad de El Carmelo tiene en contra una empresa gigantesca y las leyes y el aparato oficial de un Estado extractivista. Éstos, abusivamente, juegan en la parte de arriba del campo inclinado. Pero la comunidad tiene la fuerza de su unión, la convicción de que tiene un tesoro que custodiar, esa porción de “casa común” que les alimenta y da vida, y la esperanza de que ese Dios que nace frágil y necesitado pondrá en su camino los aliados oportunos para que su lucha por la vida avance paso a paso.

Con María, quiero cantar a nuestro Dios que “derriba a los poderosos y ensalza a los humildes”. Su hijo nos mostró que la verdadera grandeza está en el servicio y la lucha por la vida abundante de toda la humanidad y toda la creación. Que esta navidad dejemos nacer en nosotros, en nosotras, a Jesús, sumándonos a quienes defienden la vida y la creación.

Mariángel Marco Teja Ursulina de Jesús Ecuador, 20 de diciembre de 2018

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